ORACIÓN 24-02-2024

RETIRO CUARESMA 2024

Introducción.

Hemos iniciado un año más la cuaresma. En cuaresma tenemos que cultivar el ayuno, la oración y la limosna. Las tres son imprescindibles y van en auténtica armonía. El ayuno que el Señor quiere es la austeridad y la austeridad, nos lleva a la limosna con generosidad. Pero todo esto tiene su fundamento en la oración.

  1. Realidad parroquial.

Jesús se retira al desierto a orar cuarenta días, para poder entrar en una relación de intimidad con el Padre. La oración es un diálogo filial con el Padre. Un diálogo entre el Padre y el Hijo. Esta cuaresma es una oportunidad para recogernos en la auténtica oración y encontrarnos en la intimidad con el Padre de la ternura.

Somos una comunidad modesta. Tenemos bastantes actividades. Un grupo de catequistas envidiable, unos veinte entre unas catequesis y otras. Tenemos un grupo de Cáritas con mucha dignidad. La liturgia ayuda a vivir con mayor belleza las celebraciones. Las diferentes formaciones en lectura creyente, vida ascendente, Biblia, la formación en familias, el grupo que limpia la parroquia con tanta belleza y esmero. Todo esto demuestra el esfuerzo y la generosidad de nuestra comunidad.

Pero todo esto quedaría al nivel de una ONG, si no rezamos. Este tipo de actividades las tienen también otros. Entonces, ¿dónde está la diferencia?. En la dimensión espiritual, en la oración. Si no hacemos oración, nada de todo lo que hacemos anteriormente tendrá sentido. Haremos cosas de manera superficial, pero sin dar sentido a nuestra fe.

  1. Jesús nos enseña a rezar.

¿Qué verían los discípulos en Jesús?. Le miraban con sorpresa y gran admiración porque enseñaba con autoridad, hacia milagros, pero tenía una forma de orar que nunca habían visto. La diferencia la marca la oración, lo demás le hubiera convertido en alguien muy importante pero nada más.

Jesús pasaba la noche en oración alejado de las multitudes que le buscaban. A veces rezaba solo, a veces con alguno de los discípulos. Hablaba con su Padre, antes de hacer y tomar decisiones importantes. Por eso en una de las ocasiones le dicen, “Señor, enséñanos a orar”. Jesús les desvela lo que hay en su corazón. La palabra Padre. “ Lc. 11,2). Orad al Padre que está en lo secreto y no busquéis muchas palabras. El Padre sabe lo que nos hace falta sin que se lo pidamos.

No hay que poner muchas palabras. La mejor oración es la que surge del silencio. San Francisco de Sales nos dice que un solo padrenuestro rezado con atención vale más que muchos padrenuestros rezados apresuradamente.

¿Qué es la oración?

  1. La oración es un encuentro personal con Cristo. Nos conduce al Padre por el Espíritu Santo. Retirarnos con Cristo al deiserto, a la oración en la intimidad, nos prepara para vivir con profundo sentido la oración en la comunidad, en la liturgia; nos preparamos para la semana santa que culmina en la resurrección.
  2. La oración es un estado del corazón. Ha de ser continua. Velad y orad (Lc. 21,36). Tenemos muchas ocupaciones diarias. No podemos estar rezando continuamente con las palabras o los ritos, pero si podemos orar continuamente, hacer de nuestra vida oración. Orar es “tratar de amistad estando muchas veces a solas con quien sabemos nos ama” (Santa Teresa de Jesús). Es estar atentos a la voz de Dios, abrir el corazón y que entre su gracia en cualquier rincón de nuestra vida.
  3. La oración es amor. Santa Teresa de Lisieux decía “la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada al cielo, un grito de agradecimiento y de amor en las penas como en las alegrías”.
  4. La oración es constante. Tenemos que estar abiertos a la trascendencia. Lo hacemos a través de la oración y a la adoración. Tenemos que tener un espíritu orante. Necesitamos comunicarnos con Dios. El mundo en muchos momentos nos asfixia, los problemas, los sufrimientos, tantas dificultades, nos agotan. La oración nos da paz y nos introduce en el camino de la santidad.
  5. Se ora en la medida que se ama. Cuando rezamos ponemos a todas las personas delante del Señor y pedimos por ellas. Eso es amarlas. Pedir y rezar por ellas.

La oración es amor misericordioso.

¿Cómo puede saber que mi oración es auténtica?. Hay que mirar en qué medida nuestra vida se va transformando a la luz de la misericordia (Gaudete et exsultate 105) La verdadera oración se manifiesta en la entrega cotidiana a los hermanos. San Vicente de Paul decía “en la oración mental es donde encuentro el aliento de mi caridad. Lo más importante es la oración; suprimirla no es ganar tiempo sino perderlo. Dadme un hombre de oración y será capaz de todo” Y Santa Teresa de Calcuta cuando su hermanas no podían más les dice: “ ya sé lo que vamos a hacer, levantarnos una hora antes a rezar”.

La oración como expresión de misericordia es una relación, un diálogo, un encuentro entre el Tú y el yo. Algunos tipos de oración expresión de la misericordia:

  1. El Misterio de la oración. La oración es el aliento de la fe. Es su expresión más propia. El ciego Bartimeo es ciego y se sienta a mendigar en medio del camino. Grita a Jesús “Hijo de David, ten compasión de mí”. Hay una voz que sale de dentro, especialmente cuando nos encontramos en la oscuridad y no podemos más “Jesús ten piedad de mí”.
  2. La oración del cristiano. Entramos en relación con el rostro tierno de Dios, que no nos quiere infundir ningún miedo. En la oración se establece una relación de confianza con Dios. Es el amigo, es el confidente, es el esposo… La oración nace del interior de nosotros mismos, en lo más intimo de nuestro corazón. Es la oración de un yo y un TÚ. Ese encuentro no surge de la técnica o de la inteligencia artificial. Es un encuentro humano.
  3. La oración de David. La oración nos da nobleza. Es establecer una relación con Dios, el verdadero y auténtico compañero de viaje, en medio de las adversidades de la vida. David el Santo reza, David el pecador reza, David el perseguido reza, David el perseguidor reza, David la víctima reza, David el verdugo reza. Tenemos que ser como David personas de oración. David nos enseñe a que todo entre en diálogo con Dios; las penas y las alegrías, el amor y el sufrimiento. Todo puede convertirse en la oración una palabra dirigida al TÜ, que siempre nos escucha.
  4. La oración de los salmos. En los salmos el creyente encuentra una respuesta, nos dice el Papa. Quien reza no se engaña. Hay muchas cosas en la vida que quedan sin resolver. Hay muchas batallas, muchos sufrimientos que se superan, otros nos esperan. Si sabemos que Alguien nos escucha todo es más llevadero. “Es la voz que atrae la ternura de Dios hacia nosotros y con nosotros”, dice el Papa.
  5. Jesús, el hombre de la oración. Si nos parece que la vida ha sido completamente inútil, debemos pedirle al Señor que su oración también se convierta en nuestra oración. Jesús reza con nosotros, abre las puertas del cielo, y desciende el Espíritu Santo. Jesús es el amado del Padre y a través de El, llega el Espíritu Santo.
  6. Jesús, maestro de oración. Todos necesitamos un espacio para cultivar la vida interior, donde encontremos sentido a lo que hacemos. Durante su vida pública Jesús recurre al poder de la oración. Todo viene de Dios y vuelve a El. Jesús se abandona en las manos del Padre. “Hágase tu voluntad”. Es hermoso cuando estamos agitados, preocupados, y el Espíritu Santo nos transforma por dentro y nos lleva al abandono en las manos del Padre.
  7. La Virgen María, una mujer que reza. María se dirige a Dios con un corazón humilde. María es un corazón silencioso, abierta siempre a escuchar al Señor. Ella se esfuerza por comprender los caminos de la redención.
  8. Rezar en la vida cotidiana. Jesús viene a nuestro encuentro hoy. La oración se convierte en gracia y nos transforma a nosotros. Apacigua la ira, sostiene el amor, multiplica la alegría, infunde fuerza para perdonar. La oración nos ayuda a amar a los demás, a pesar de sus errores y pecados. Jesús no vino a juzgar al mundo, sino a salvarlo. Hay personas que se pasan la vida juzgando, condenando. Jesús abre su corazón, perdona, justifica a los demás, comprende, tiene compasión, ternura… Ama a los pecadores, nos ama a todos, uno a uno. Si amamos como Dios ama, descubriremos que cada instante de lo que nos acontece lleva el rostro de Dios.
  9. La batalla de la oración. No podemos olvidar que la oración es siempre un combate. El Señor está siempre con nosotros. “Ciertamente el Señor está en este lugar y yo no lo sabía” dice Jacob en (Gn 28,16). Al final de nuestra vida, mirando hacia a tras podremos decir, pensé que estaba solo, pero no: Jesús estaba siempre conmigo. Podemos tener la certeza de ser siempre escuchado. Dios siempre nos escucha, aunque la vida sean misterios, que no lleguemos a comprender.
  10. Perseverar en el amor. El peregrino ruso dice “orar sin cesar, dad gracias en todo, citando a San Pablo en la carta a los Tesalonicenses (Tes. 5,17-18). El peregrino ruso se pregunta como es posible orar sin cesar con tantas obligaciones, tareas, compromisos… Se pudo a buscar, hasta que encontró la oración del corazón. Consiste en repetir con fe “Señor Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador”. La oración no nos puede alejar de la concreción de la vida. Después del Monte Tabor, Jesús baja del monte y reanuda su camino cotidiano. Nosotros también tenemos que reanudar nuestras tareas cotidianas. Por eso, estamos hoy aquí teniendo esta experiencia de fe, pidiendo al Señor fuerza para esta cuaresma. Queremos tener una experiencia fuerte de Dios que nos ayude a vivir nuestra vida cotidiana de fe, que nos ayude a crecer y vivir en santidad.

Conclusión.

  1. Cuanto más inmerso estaba en las necesidades de la gente, más sentía Jesús la necesidad de volver con el padre y el Espíritu.
  2. Un día vivido sin oración, corre el riesgo de transformarse en una experiencia molesta y atrevida.
  3. Jesús nos educa en otro tipo de oración: la que conoce una disciplina, un ejercicio y se asume dentro de una regla de vida.
  4. Toda persona necesita de un espacio para sí misma, donde cultivar la propia vida interior.

En esta cuaresma preparémonos a la nueva pascua con un espíritu orante, de conversión personal, con la ayuda de la lectura diaria del Evangelio. Ayunemos de nuestros defectos y tomemos el alimento saludable de los sacramentos, especialmente reconciliación y Eucaristía. Y todas las demás actividades que tenemos en cuaresma para introducirnos en todo lo que va a ser la semana santa.

“Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Ps. 42,3). La cuaresma es un buen momento para profundizar en la oración.

. Estamos invitados a hacernos más humildes y a dejar espacio a la oración que surge del Espíritu Santo. Tenemos que ser una comunidad orante, sino corremos el riesgo de ser simplemente una ONG. La oración es un grito silencioso que sale del corazón de quien cree y se confía en Dios.

         Braulio Carlés

Párroco San José Artesano