HOMILIA XXXI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Ante estos momentos de tanta división entre las personas de nuestro país, ante la llegada de inmigrantes procedentes de Canarias, la realidad de la inteligencia artificial, como cada día y cada Domingo nos encontramos con una palabra de Dios que nos interpela a todos, aunque no creo que tenga demasiada popularidad.

En primer lugar, vemos que Jesús en el evangelio de hoy expresa una gran indignación profética ante la realidad con la que se encuentra. Muestra una dura crítica a los dirigentes religiosos de la época. Hoy podemos hablar de los “influencers” (personas influyentes en la sociedad actual con un montón de seguidores en las redes sociales) y los coach (entrenadores que descubren las habilidades de algunas personas).

Eran los sacerdotes, los encargados de mantener las relaciones con la divinidad; los escribas, encargados de investigar la escritura y las enseñanzas; y los fariseos, estos eran los rigoristas de la ley y las tradiciones. Eran respetados por todos, son los que hoy se podrían llamar personas influyentes y entrenadores para descubrir las cualidades que tenían otros.

Los primeros al igual que los segundos, en ocasiones perjudicaban al pueblo y se podían convertir en falsos “influencers” o en falsos coach haciendo daño y confundiendo al pueblo.

Mateo presenta este texto hacia los años 80 para que los cristianos no caigan en estas conductas. Este evangelista se encarga de dirigirse al pueblo judío y esta era una realidad del pueblo judío. Al igual que ellos, nosotros debemos revisar nuestras actitudes como cristianos. Nosotros también a veces decimos unas cosas y hacemos otras. “No hacen lo que dicen”.

En la vida hoy vivimos una incoherencia que nos lleva a no vivir lo que predicamos. Además estamos en una sociedad donde la post-verdad y las fase new nos llevan a ser las formas más claras en las que se demuestra, que quien más miente, más posibilidades tiene de triunfar, en función de poder, aunque no sea en función de la autoridad moral, que ya no importa, porque, ¿si tengo poder para que quiero vivir en verdad? Es hoy más urgente que nunca vivir en clave de conducta evangélica, todas las personas de buena voluntad. En la ilustración se hablaba del “contrato social”, de Rouseau. Hoy es necesario volver a conductas que toda la gente de bien respetemos y nos hagan caminar buscando la verdad.

Dice el Señor que “cargan fardos pesados sobre los hombros de la gente…”. Tanto en tiempos de Jesús como hoy, eran y somos, muy exigentes y severos con los demás pero muy comprensivos y misericordiosos con nosotros mismos. Es frecuente, que en la propia Iglesia agobiamos a los sencillos y nos reímos de estos, con los poderosos.

De esta forma podemos decir que todo lo que hacemos es para que la gente nos vea, nos adule, abusemos del populismo y de sentirnos poseedores de la verdad. Buscamos con frecuencia quedar bien, y sobre todo la imagen, hoy que estamos en la época de la imagen, de las apariencias. Estamos muy atentos a nuestro prestigio personal y nos olvidamos que Dios mira a nuestras conciencias.

Nos gusta que la gente nos reconozca, nos den los primeros puestos, aunque nos da vergüenza reconocerlo, porque esto sabemos que no es lo que el Señor quiere de cada uno de nosotros. Más bien lo contrario que seamos humildes y serviciales con todos. Queremos que nos traten de manera especial y no como si fuésemos uno más. El Papa Francisco en la encíclica “Fratelli Tutti”, nos lo recuerda, todos somos hermanos.

Los cristianos, los discípulos de Jesús no debemos buscar ser distinguidos, sino servir a todos, especialmente a los más débiles y más necesitados. A los mayores, a los que están solos, enfermos, a los inmigrantes que vienen de fuera buscando dignidad de vida, tenemos que ser hombres y mujeres de paz, a nuestro alrededor, sobre todo, si tenemos en cuenta la cantidad de guerras y conflictos en las que está hoy el mundo. Podemos decir, que en pequeñas islas estamos en una tercera guerra mundial, sin saber todavía las consecuencias que la situación actual nos puede deparar.

También a veces buscamos “la titulitis”. Y el Señor nos dirá que no nos dejemos llamar maestros porque uno sólo es nuestro maestro, el Señor. Tenemos que renunciar a los títulos, es verdad que hoy sin un título no vas a ninguna parte, pero tenemos que estar por encima de los títulos. Jesús tiene que ser el centro de nuestras vidas. Tenemos que poner la atención sólo en él. Puede que tengamos que pensar en suprimir algunos títulos dentro de la Iglesia, que impiden tener una actitud evangélica.

Todos conocemos a muchas personas que por diferentes motivos se han alejado de la fe. Jesús también criticó a los dirigentes por sus actitudes. A veces la Iglesia y los cristianos hemos sido mediocres. Tenemos que cambiar muchas cosas, pero cada uno de nosotros tiene que buscar caminos de conversión. ¿En que tengo que cambiar yo, de qué tengo que convertirme para llevar una vida acorde y consecuente con el evangelio? ¿Cómo puedo encarnar el evangelio en la sociedad moderna de hoy?, ¿Cómo superar miedos y dejarnos llevar por el Espíritu que guía a la Iglesia? ¿Cómo vivir de verdad el espíritu sinodal del que tanto nos habla el Papa Francisco?

Tenemos que verificar la fidelidad a Cristo desde una conversión personal y comunitaria, rezando más, acogiendo a todo el que llega, sintiendo que es nuestro hermano que posiblemente lleve mucho tiempo alejado y que necesita un abrazo de hermano y alegrarnos con él por su vuelta a casa.

Tenemos que vivir nuestra fe hoy más que nunca con una profunda alegría interior y una profunda esperanza cristiana. El Señor derrame su bendición sobre todos nosotros.

         Braulio Carlés

Párroco San José Artesano