HOMILIA XXX DOMINGO TIEMPO ORDINARIO (29-10-2023)

Sin ánimo de ser negativo, ni marcar un carácter apocalíptico, pero a nadie se nos escapa que estamos pasando por momentos complicados y convulsos. Hoy estamos celebrando la JORNADA DE PERSONAS SIN HOGAR, con el lema “COMPARTE TU RED”. Estamos pasando por el momento en el que más hombres han asesinado a sus parejas o exparejas, el informe manipulado del defensor del pueblo sobre la pederastia, sin dejar de ser una realidad horrible, aquellos clérigos que hayan abusado de menores, la falta de paz en el mundo, la guerra en Ucrania que está siendo olvidada, aunque no por haber dejado de seguir muriendo gente, la guerra en Gaza entre Palestina e Israel y todo lo que significa para la humanidad y la cantidad de conflictos que existen todavía hoy en el mundo. Los inmigrantes que llegan a Canarias y que para muchos no son personas sino una invasión que hay que erradicar. No olvidemos que las temperaturas siguen subiendo, los glaciares se están deshaciendo y el cambio climático es una realidad que nos preocupa a todos.

Nos podemos preguntar, ¿Qué está pasando?, ¿Qué nos lleva a estas situaciones tan preocupantes para la humanidad? Ante todo esto, los cristianos estamos llamados a evangelizar con más fuerza si cabe. El Papa nos invita a vivir nuestra misión en clave sinodal, Don Atilano en la Diócesis nos invita a lo mismo. Creo que es una evidencia que los cristianos estamos llamados a vivir juntos nuestra fe, compartiendo, escuchando, participando.

Son muchas las personas que buscan la felicidad prescindiendo de lo religioso. Dios es algo superado para muchos y buscan a Dios en lo superfluo, egoísta y materialista. Los hay también que no se conforman con ignorar a Dios y a la Iglesia católica, sino que prefieren atacarla a cualquier precio.

Estamos en una época de auténtica secularización, en la que Dios no tiene ningún lugar en nuestra sociedad. El mensaje de Jesucristo no tiene ninguna importancia para mucha gente.

Sin embargo, los cristianos tenemos que trabajar con fuerza para llevar el mensaje de AMOR que nos trae Jesucristo. “amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, con toda tu alma y al prójimo como a ti mismo”.

Esta afirmación surge después que los fariseos preguntan a Jesús algo que preocupaba a los más escrupulosos y que querían cumplir los 613 preceptos que existían en la ley judía, “¿Cuál es el mandamiento principal de la ley?  También en la Iglesia a lo largo de los siglos hemos ido creando demasiadas normas y preceptos que nos han podido convertir en una empresa y dejar de lado de alguna manera el evangelio.

¿Qué es lo más importante para los seguidores de Jesús?, ¿Qué es la vida de un cristiano lleno de dogmas y normas, sino no hay amor? Sería la misma vida de los fariseos, llenos de normas y de cargas pesadas, donde se vive una vida con indiferencia, insensibilidad y rigidez que se pueden concretar en egocentrismos, desinterés por los demás e incluso rechazo ante el dolor y sufrimiento de los otros.

La fe cristiana debe repercutir en todos los ámbitos de la vida de la personas desde el amor, el amor a Dios y el amor al prójimo. Desde ahí nos podemos preguntar, ¿Qué tipo de mundo queremos dejar a los que nos sucedan?, ¿Guerras, conflictos, un mundo destrozado…? No podemos prescindir de Dios, ni del mensaje de amor que nos deja.

No prescindamos de Dios y desarrollemos una ecología integral, porque sino, un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo como nos dice la exhortación apostólica del Papa Francisco Laudate Deum en el número 73.

En estos momentos de nuestra historia, lo importante es el amor a Dios y el amor a los demás. Para ello recibimos el aliento de Jesús cuando escuchamos su mensaje de amar a Dios y amarnos los unos a los otros. Tenemos que superar los caminos de mediocridad. El amor a Dios no es algo ingenuo. El amor a Dios es inseparable del amor a los hermanos. No podemos amar a Dios y no escuchar el sufrimiento de sus hijos, de las personas que no tienen hogar, pero que no nos hacen gracia porque desconfiamos de ellos, los que están muriendo en Gaza, en Canarias, en Ucrania,  el vecino de enfrente que tiene verdaderos problemas, con sus hijos, en el trabajo, con su mujer, la mujer maltratada y que lo sabemos; que quienes somos nosotros para meternos en los problemas de los demás, y así un sinfín de situaciones que pueden llevarnos a amar al prójimo como auténtica expresión de Dios.

Hoy más que nunca se hace realidad esa expresión de “pasión por Dios y compasión por la humanidad”.

            Braulio Carlés

Párroco de San José Artesano