HOMILIA XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Hemos sido testigo de la parábola de la viña. Unos viñadores reflejan la historia de la salvación, de la historia de Dios con su pueblo. La historia de Dios con nosotros. Dios nos cuida desde el principio con cariño, pero el hombre no ha querido el cariño de Dios.
Esperaba hacer un pueblo ejemplar. Era su viña preferida. Sería la referencia para todos los pueblos. Fuimos nosotros los que no quisimos ni la viña, ni el amor de Dios.
El pueblo rechazó a los profetas en primer lugar y luego al mismo Hijo de Dios. Un gesto increíble del Amor de Dios y gesto vergonzoso por parte del pecado del hombre y del rechazo al amor de Dios.
¿Qué puede hacer Dios con un pueblo así? Por eso nos dice el Señor que se nos quitará el Reino y se le dará a un pueblo que produzca frutos. La Iglesia será el nuevo pueblo de Israel.
La parábola de los viñadores hoy somos nosotros. Por eso, nos podemos preguntar, ¿estamos produciendo en nuestro tiempo los frutos que Dios espera de su pueblo, que espera de nosotros. Son frutos de justicia, compresión, misericordia, perdón…
Dios no bendice un cristianismo estéril. No se identifica con nuestra mediocridad, con nuestras incoherencias. Si no respondemos a lo que el Señor nos pide, seguirá buscando otros caminos y dará a otros su viña.
Estamos en una etapa sinodal, tanto a nivel universal como a nivel diocesano. Venimos de una época de cristiandad. Todo lo que nos suena a nuevo, a diferente, nos suena mal. La gente dice siempre se ha hecho así… Con frecuencia, somos muy mediocres a la hora de vivir y transmitir nuestra fe. Somos mediocres en muchas cosas. El Papa Francisco nos está transmitiendo que hay que estar abiertos al Espíritu y sin embargo, nos cuesta ver las cosas de otra manera.
¿Quizá sea necesario la crisis por la que está pasando la Iglesia para que nazca una Iglesia que piense menos en el poder y más en la evangelización?.
Los protagonistas de la viña somos tú y yo, eran los labradores encargados de trabajar en la viña. Benedicto XVI cuando llegó al papado dijo “soy un humilde trabajador de la viña del Señor”.
Algunos trabajadores quieren ser los dueños de la viña, no respetan ni al Hijo, ni a los enviados por el Padre. Se quieren quedar con la herencia y ser ellos los que digan como hay que hacer las cosas, no el Padre. Sin embargo, el Reino de Dios es más grande que la Iglesia y el único dueño es el Padre.
La mayor tragedia hoy es que la Iglesia se quede sin profetas. Francisco se ha convertido en el mejor profeta y está siendo rechazado muchas veces por los suyos. El quiere que la Iglesia y los cristianos seamos sinodales de verdad. Quiere que nos escuchemos, que caminemos juntos, que participemos, que sea la época de los laicos, que no volvamos al clericalismo, ni de los sacerdotes, ni de los laicos que puede que sería peor.
La Iglesia tiene que responder con esperanza, a lo que el Espíritu le está pidiendo y nosotros tenemos que ser sus colaboradores. Que la Virgen del Rosario cuya fiesta celebrábamos ayer interceda por todos nosotros.
Braulio Carlés
Párroco San José Artesano
Guadalajara