HOMILIA DOMINGO VI TIEMPO ORDINARIO
Durante estos días hemos tenido diferentes jornadas. El jueves pasado la jornada de trata haciéndonos caer en la cuenta de la importancia que es trabajar por la dignidad de las personas. También en estos días estamos en la semana de Manos Unidas, día del ayuno; también con un mensaje hacia el cuidado de la naturaleza. Siempre son los pobres los que padecen las consecuencias negativas de todo. Sólo el ser humano puede cuidar adecuadamente la naturaleza y colaborar con la obra del creador.
En estos días de carnavales para muchos, días en los que los niños no tendrán colegio, puede que mucha gente olvide que todo eso nos lleva a una época muy importante para los cristianos, la cuaresma. Tiempo de conversión, personal y comunitaria. Es una época donde todos tenemos que convertirnos personalmente, pero también como comunidad. Tenemos que sentir la misericordia y el perdón de Dios. Tenemos que ser una comunidad que acoge a todos, cuanto más pecadores seamos, con más misericordia nos acoge el Señor. Ojalá tengamos experiencia de esta realidad.
La palabra de Dios de hoy y sobre todo el evangelio nos ayuda a poner en práctica todo esto. El Señor curaba a los enfermos. En muchos momentos le consideraban un médico. Nosotros también podemos curar como el Señor, dando esperanza ante tanta tristeza. Es muy importante saber acompañar al que sufre. Todas estas jornadas que hemos celebrado en estos días, la trata, el enfermo, Manos Unidas, tienen un denominador común: el sufrimiento.
Hay diferentes tipos de sufrimiento y todos tenemos nuestros propios sufrimientos, nuestras propias cruces. Está el sufrimiento físico que sufren muchas personas, el sufrimiento psicológico, que cada día sufren más personas, pero no podemos olvidar el sufrimiento espiritual que sufren aquellos que buscan la verdad.
Por eso, hoy también podemos pedirle al Señor, “si quieres puedes limpiarme”. Hoy también tenemos nuestras propias lepras. El egoísmo, las guerras, las envidias, las ansias de poder. Todo esto nos convierte en personas despreciables a las que nadie quiere arrimarse. Además si no hay curación de las lepras de hoy, aumenta el sufrimiento en las personas, porque aunque somos frágiles y pecadores, necesitamos la comprensión de los demás para poder recuperar nuestra salud.
Cuando llega la enfermedad a nuestros hogares, a nosotros mismos, plantea interrogantes. ¿Cómo afrontar la enfermedad?, ¿por qué ha sido a mí, a mi familia, a mi marido, a mi mujer, a mi padre, a mi madre, a mi hijo?, ¿Por qué a nosotros?. Puede surgir una actitud de rebeldía o de depresión, donde la fe se puede poner a prueba.
Entonces, es el momento de mirar a Jesús y de dejarnos mirar por él. La fe es la respuesta más firme y mejor que podemos dar en el dolor. Es como quien construye su casa sobre roca. En estos momentos es cuando Jesús nos muestra más cercanía y camina con nosotros con la cruz. Detrás del dolor tiene que haber siempre dos realidades juntas, la cruz y el amor. La enfermedad es cruz que nos tiene que llevar al amor y sólo se podrá llevar la cruz si se hace con amor y el amor obligatoriamente a todos nos pasa por la cruz.
Dejándonos mirar por Cristo y haciendo una lectura creyente de las realidades de sufrimiento y de dolor, podemos descubrir que se puede tener esperanza en la tristeza. Surgirá entonces cercanía llena de compasión y de ternura. La enfermedad en algunos casos no tiene curación pero siempre tiene “cuidación”. En el cuidado descubrirá el enfermo el amor y lo llevará más fácilmente. El Señor nos da dones. Es el momento de ofrecerle todos los dones que nos regala.
Cristo crucificado da sentido al sufrimiento. Tenemos que acertar la realidad y aceptar el sufrimiento. Dios siempre quiere lo mejor para nosotros aunque no lo entendamos. Es el mejor momento para dar testimonio de nuestra fe. Es el mejor momento para la evangelización, cuando llega el dolor y el sufrimiento. Ahí es cuando podemos amar especialmente y será la mejor manera de hablar de Dios y de su amor, como nos decía el Papa Benedicto XVI.
En este día de la Virgen de Lourdes, le pedimos a la Madre por todos los enfermos de nuestro barrio y de nuestra comunidad parroquial. Damos gracias a Dios por todos ellos y pedimos al Señor que nos conceda ser testigos de su amor en medio del dolor.
Braulio Carlés
Párroco San José Artesano